Los tres cerditos, versión moderna. Del genial Dino Lanti Cuentos Cruentos

Érase que se era,…. una cabaña del bosque en la que vivían con su rolliza mamá tres cerditos felices y alegres pero… ya un poco creciditos. Y como ya habían cumplido los 40 años no tenían ninguna intención de independizarse y no había quien les echara de casa, sus papas pensaron que era hora de que construyeran , cada uno, su propia casa. (aún no había venido la crisis de la construcción).
Un día los papás les cambiaron la cerradura de su linda cabañita y los tres cerditos se vieron en la calle y tuvieron que irse a ver como era el mundo de verdad, ya que hasta entonces se habían pasado todo el rato jugando a «la play» y enganchados a internet.

El primer cerdito , muy trabajador, honrado, estudiante aplicado, optó por construirse una casa de ladrillos y cemento, fue al banco, pidió un crédito y firmó pagarés.
El segundo cerdito decidió ir ala bosque a buscar maderas.
El tercer cerdito, que había hecho un curso de cestería en un programa de orientación para el empleo se fue a buscar juncos de mimbre al río con intención de, luego de hacerse la chozita, quedarse pescando un rato.

La casita de ladrillo tendría dos plantas, 4 habitaciones, garaje, dos baños alicatados hasta el techo, chimenea, salón, comedor, cocina, calidades de primera, tarima flotante, sistema de seguridad con detección de presencia, etc. Tardaría más en construirla pero estaría más protegido y después de muchos días de trabajo agotador y de escriturar la hipoteca en el notario, la casa quedo preciosa.

El segundo cerdito , que era un glotón, al que le gustaba ponerse hasta arriba de pasteles se hizo una cabaña de madera y no tardó mucho en construirla. No necesitaba ni dormitorio ni aseo, toda la casa era un cocina con un frigorífico enorme, un salón para seguir las series de la tele y un amplio comedor. En cuanto la tuvo lista se puso a comer un barril de manzanas.

El tercer cerdito, el más perezoso de la familia , que decía ser artista, decidió hacerse una casa de paja y mimbre, y en un minuto la choza estaba ya hecha. Y entonces se puso a leer un cuento y se quedó dormido, soñando con otros países, con viajes, sólo soñaba con volar por los aires con sus hermanos cerditos y disfrutar de la vida. Estaba siempre en las nubes.
Los tres cerditos decidieron invitarse los unos a los otros a tomar un piscolabis en sus casitas nuevas.

La casita de ladrillo les gustó mucho y el cerdito trabajador les sacó un par de aceitunas y un vaso de agua para tomar (el cerdito era muy trabajador pero también un poco roñoso).

Luego fueron a la casa del cerdito glotón, la casita también les pareció muy bonita y el cerdito glotón les saco un pastel para comer…. pero se lo comió él sólo (era un poco egoísta).

Por último se dirigieron a la casita de paja que al cerdito poeta le gustaba mucho y estaba muy orgulloso de ella pero…

….. los dos cerditos mayores, el trabajador y el glotón se rieron de la casita de paja diciéndole que con un simple soplo de viento saldría volando. Eso si, se comieron todos los peces que el cerdito perezoso había estado pescando sin esfuerzo a la orilla del río mientras dormía.

Los tres juntos cantaron la canción que su madre les había enseñado
«quién teme al lobo feroz

al lobo, al lobo

quién teme al lobo feroz

al lobo feroz….»

Pero ya se empezaban a oír los aullidos del lobo en el bosque porque estaba muy hambriento y no pasó mucho tiempo hasta que el lobo se acercara a ver las casitas nuevas de los tres hermanitos cerditos.

Primero el lobo hambriento y cargado de esteroides y anabolizantes se dirigió a la de ladrillo y dijo:

– ¡Ábreme la puerta que quiero entrar!

¡Ábreme la puerta o soplaré, soplaré y tu casita volaré!.

Como el cerdito no abría la puerta el lobo sopló con todas sus fuerzas, y, para sorpresa del cerdito trabajador y contra todo pronóstico la casita de ladrillo asegurada de incendios se derrumbó igual que la burbuja inmobiliaria.

El cerdito, temblando de miedo, salió corriendo y entró en la casa de madera de su hermano.

El lobo le siguió. Y delante de la segunda casa, llamó a la puerta, y dijo así:

– ¡Ábreme la puerta que quiero entrar!

¡Ábreme la puerta o soplaré, soplaré y tu casita volaré!.

Pero el segundo cerdito no la abrió y el lobo sopló y sopló, y la cabaña de madera se fue por los aires.

Asustados, los dos cerditos corrieron y entraron en la casa de paja de su otro hermano. Pero, como el lobo estaba decidido a comérselos, llamó a la puerta y gritó:

– ¡Ábreme la puerta que quiero entrar!

¡Ábreme la puerta o soplaré, soplaré y tu casita volaré!.

Y el cerdito perezoso, pero feliz, le dijo:
– ¡Sopla lo que quieras, pero no la abriré!

Entonces el lobo sopló y sopló. Soplóooo… con todas sus fuerzas, y la casita salió volando

El lobo siguió soplando pero lo único que consiguió es que, la cestita de mimbre que era la casita, volara más y más alto hasta las nubes.

Los tres hermanitos se fueron contentos y felices volando por los aires y se fueron a conocer otros países tal y como lo había soñado el cerdito poeta,

Así los cerditos juntos vivieron muchas aventuras, conocieron Egipto, la India, China, subieron montañas, hicieron submarinismo, escribieron un libro de viajes, tuvieron un montón de novias un poco «cochinitas», criaron toda una piara hasta que en una de sus aventuras por el Amazonas se los comió una manada de lobos gíbaros, pero tanto el cerdito trabajador como el glotón aprendieron que la falsa seguridad por la que tanto habían trabajado era sólo una ilusión fruto de su miedo y que la verdadera felicidad es esencialmente sencilla.

Y colorín colorado este cuento de aleccionadora moraleja se ha acabado.
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