¿Leerlo todo o entender algo? La fatiga informativa también está afectando a la psicología
En un momento en el que el conocimiento psicológico es más accesible que nunca —con miles de artículos, papers, libros y recursos disponibles en línea—, crece una pregunta incómoda entre estudiantes, docentes y profesionales: ¿es posible mantenerse actualizado sin perder profundidad? ¿Podemos absorber tanta información sin caer en la ilusión de que más datos equivalen a mayor comprensión?
La psicología, como ciencia y como práctica, atraviesa una paradoja: estamos más informados que nunca, pero también más dispersos, más saturados y, en ocasiones, menos capaces de sostener pensamiento crítico y análisis profundo.
La hiperacumulación de saberes y la trampa de lo fragmentado
Revisar 10 artículos científicos al día. Saltar entre enfoques terapéuticos opuestos. Ver conferencias internacionales en diferido mientras se responde un caso clínico. Guardar 30 PDFs “para leer después” que nunca serán abiertos. Compartir frases de autor en redes que reemplazan la lectura del texto completo.
Esta hiperacumulación de insumos académicos y formativos, lejos de fortalecer el criterio clínico, muchas veces lo debilita. La sobrecarga informativa crea un efecto paradójico: el profesional siente que sabe menos cuanto más expuesto está al conocimiento.
Y aunque la curiosidad sigue siendo el motor ético y epistémico de quien elige la psicología como vocación, también es cierto que el exceso de estímulos, sin filtros ni jerarquías, impide detenerse a pensar. Pensar bien. Pensar con tiempo.
Cuando leer no basta: el valor del procesamiento
En psicología, saber no implica repetir información, sino interpretarla, contextualizarla, contrastarla. Por eso, uno de los desafíos más urgentes de la formación contemporánea en salud mental no es solo el acceso a fuentes, sino la capacidad de priorizar, resumir y metabolizar el conocimiento.
El resumen —tan injustamente relegado al plano escolar o administrativo— es en realidad una herramienta epistemológica. Quien sabe resumir un texto, lo ha entendido. Quien lo condensa, lo digiere. Por eso, la capacidad de síntesis no es menor: es un ejercicio de lectura activa, de toma de decisiones cognitivas y, en última instancia, de responsabilidad profesional.
En este contexto, herramientas como el resumidor de textos de Canva ofrecen un apoyo valioso. No reemplazan la lectura crítica, pero pueden facilitarla: permiten identificar ejes temáticos, detectar estructuras argumentativas y decidir con más claridad si un texto merece ser leído en profundidad o no.
Para estudiantes con carga académica excesiva, para terapeutas en formación continua, para investigadores con múltiples fuentes abiertas, contar con un recurso que acelere el primer filtro de comprensión sin sacrificar el fondo, puede marcar una diferencia real.
La responsabilidad ética de leer menos, pero leer mejor
En un campo donde cada decisión tiene consecuencias clínicas, la profundidad no puede ser reemplazada por velocidad. Pero tampoco podemos exigir profundidad si el contexto no la permite: la precarización del tiempo, la presión por la actualización constante y la dispersión digital están deteriorando las condiciones materiales del pensamiento riguroso.
Tal vez ha llegado el momento de reconocer que leer menos no siempre es renunciar, sino elegir. Y que frente a la abundancia, saber decidir qué merece ser leído y cómo abordarlo se vuelve parte de la responsabilidad profesional.
La psicología no necesita más información. Necesita más criterio.
Y todo criterio empieza por un acto simple y revolucionario: leer con tiempo, con filtro, con intención.