Reilusionarse.

Cuando te pasas años esperando que se produzca una simple onda a tu favor en el estanque. Una ola, una brisa que te ayude a llegar a la orilla,  y por el contrario solo hay tormenta.

Cuando sacudes los brazos intentando nadar entre la muchedumbre,  y no consigues ni siquiera  dejar de ser invisible.

No quieres palabras de aliento, tampoco un salvavidas. Quieres dejar de sacudirte, de dar  manotazos de ahogado.

Quieres salir de una vez, que te oigan, que te entiendan entre tanto sonido que hace  interferencia.

Quieres poder relajarte y ver las cosas desde otro ángulo, desde otra perspectiva, desde otro lugar.

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Justo cuando consigues estabilizar tu cuerpo y flotar, simplemente flotar. Desde ese lugar tan hostil en el que te encontrabas.

Comienzas a escuchar, a ver mejor las cosas con la vista relajada, a escucharte, a verte sin necesidad de mirarte.

Con los años aprendemos a reilusionarnos, y a ejercer el don de la paciencia, la perseverancia y la constancia en nuestras acciones para lograrlo.

Cuando empiezas a ver rayos de esperanza en forma de respuestas. Comienzas a reilusionarte de forma tangente.

Ahora lo que toca es disfrutar, y si corresponde perdonar. Cerrar capítulos para abrir otros muchos más plenos.