Rosario no es Abu Dabi

Me envían  esta foto de mi ciudad. Como Rosarina en el extranjero, uno se alegra de ver una estampa bonita de tu ciudad natal. Bastó un segundo la alegría provocada por la imagen con retoque fotográfico de un edificio de mi ciudad. JUSTO en el momento que empecé a leer los comentarios, el rechazo se hizo evidente,  la alegría se transformó en vergüenza. Muchos comentarios de «Rosario, la mejor ciudad del mundo, nada que envidiarle a Abu Dabi».

Abu Dabi. Una lejana estampa arquitectónica, de una ciudad para nada ejemplar, que crece a velocidad vertiginosa y nada sustentable. De una urbe de espejismo, explotación humana y de recursos naturales, maquillada con la exacerbación de monumentos construidos a base del negocio del petróleo. Capital de los Emiratos Arabes, donde la mujer debe ir tapada y no vale nada. Más info sobre Abu Dabi en enlace

Espejismos, nos gustan los espejismos.

Rosario, una ciudad con una taza de delincuencia e inseguridad escandalosa,  que lleva a tener a la gendarmería en las calles. Donde la calidad de vida ciudadana, se ha perdido y es irrecuperable. Donde el narcotráfico ha encontrado un lugar donde asentar sus operaciones. Donde la villa y la pobreza crece de forma vertiginosa. Donde no se construyen obras para el ciudadano y por el ciudadano, sino moles como éstas. Monumento al lavado de dinero y el narcotráfico,  que tiene asediados a todos los ciudadanos,  incapaces de pagar una vivienda en esta torre segura, con vistas preciosas al río Paraná, que solo podrán apreciar como visitantes, si gozan de esa «suerte».

Contrastes propios de países pobres donde la clase media ha desaparecido, paisajes que se exhiben con orgullo ciudadano, cuando deberían ser objeto de vergüenza y desdicha,  porque simbolizan la brecha entre ricos y pobres.

Rosario no es Abu Dabi, es Cali.

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