El mercadillo de afectos: No es inusual, más bien es común, el mercadeo de afectos en nuestra sociedad.

¿Cúantas personas cierran negocios en cena de amigos?. ¿Cuántas parejas son amigas de otras parejas,  no por tener pensamientos en común, sino por tener hijos de la misma edad?. ¿Cuántas personas se desviven por conseguir y mantener amistades que les den status, contactos, o  les abran puertas a nivel laboral o comercial?. ¿Cuántas parejas son simplemente S.A.?. ¿Cúantos hijos se convierten en medallas, instrumentos, herramientas, seguros  o trofeos?.

Esta es la historia de dos amigos. Rubén y Carlos.

Rubén era el típico acomplejado, nada agraciado y con una personalidad poco atractiva.  Era un tipo inteligente,  que había descubierto que todo aquello que no era llamativo en su persona y personalidad, cobraba vida y crecía,  proporcionalmente al tamaño de su billetera. A raíz de ese descubrimiento, cuasi revelatorio, todos sus esfuerzos se centraron en alimentar a su poderosa billetera.

Carlos su amigo, por el contrario era un encantador de serpientes, donde iba llamaba la atención, era popular y atraía a la gente como un imán. No tenía un duro, pero era un buscavidas siempre aplaudido en sus gracias.

Los polos opuestos se atrajeron y dos personas con pocos escrúpulos se volvieron grandes amigos.

Cuando Carlos la pasaba mal, venía Rubén y talonario de por medio,  le solucionaba la vida.

Cuando a Rubén le sobraban cosas, Carlos las aprovechaba (sofas, electrodomésticos).

Rubén coleccionaba objetos  que le dieran el brillo que su personalidad carecía,  y cuando  le aburrían, Carlos le sacaba partido muy agradecido.

La amistad fue creciendo y la simbiosis enquistándose. Carlos y Rubén se hacian una misma persona.

Un día sucedió algo, Rubén golpea a su mujer de tal manera, que la hospitlizan. Carlos de inmediato, como buen amigo y mediador en todas las situaciones,  logra,  con su siempre comunicación asertiva, convencer a la mujer de Rubén para que no presente una denuncia a la policía. No era tarea difícil, la mujer estaba aterrada, con hijos y un status de vida que perdería de la noche a la mañana si denunciaba a Rubén.

Carlos convence a Rubén de hacerse tratar, de que reconociera que intimaba con la cocaína.

Rubén consumía para soportar su propia vida y el bajón de la droga,  le potenciaba la agresividad contenida, el resentimiento por ser quien no quería ser,  y encima tener  que sostener con dientes y garras. Rubén además de inteligente era fuerte, sabía que se jugaba mucho y cedió a rehabilitarse.

Al cabo de unos meses, volvía a ser el marido que pagaba colegios caros, clases de tenis a la mujer y cenas extravagantes a los amigos. Todos celebraban el triunfo y le daban la gloria a Carlos, su amigo, que lo había ayudado a salir del amargo camino de las drogas. Carlos cambió de coche, lucía ropa nueva y presumía de artefactos modernos. Todos regalos de su agradecido amigo Rubén.

La mujer de Rubén debía estar orgullosa de su marido, pero por el contrario sentía más asco, porque la violencia continuó, pero sin golpes,  con amenazas. Le había encontrado el talón de Aquiles, no necesitaba arriesgarse con un puñetazo. La tenía en su puño, a su merced y más poder de dominación conseguía,  a través del miedo y la humillación. Ella se desvivía en ser buena mujer y esposa, dejando volar su imaginación con la lectura de sus novelas favoritas, como 50 sombras de Grey, que la hacían sentir una mujer moderna.

Carlos sabía de estos problemitas domésticos, pero como buen amigo de los dos, mediaba para barrerlos debajo de la alfombra de la intimidad del hogar.

A medida fue pasando el tiempo, creciendo la billetera de Rubén y las posesiones de Carlos, disminuía el autoestima de la mujer de Rubén. A medida los hijos crecieron, la dominación cobro otros niveles y escalas, la carta que jugaba Rubén era la de manipular a sus hijos en contra de su madre. En definitivas era quien se hacia cargo de la casa, de pagar los estudios y dejarse la vida para mantener el bienestar que reinaba en su hogar.

La mujer de Rubén perdió toda su autoestima y en ese mismo instante se corto las venas, sin perder su glamour, con el cristal de una botella de Piper-Heidsieck,  que se había bebido en Carolina Herrera.

El entierro fue conmovedor, Carlos recito un poema que hizo llorar a hombres y mojar bragas a mujeres.

Rubén no escatimo detalles para que el sepelio fuera impecable y poder honrar la memoria de su mujer con grandeza. Ella así lo hubiese querido, por eso se quito la vida en un probador de Carolina Herrera.

Rip: Para una gran mujer, la Sra de Rubén.

Florencia Moragas