Epitafio de Manel
Manel era un anciano venerable y murió con honores en su tierra natal, fue enterrado junto al lecho de su amada y difunta esposa, despedido con desconsuelo por su familia y amigos, con dolor por parte de su comunidad.
En tiempos difíciles, donde la paz reinaba en pocos edenes en el mundo, considerados oasis en un planeta desbastado por la codicia.
En tiempos donde la moral y los valores habían sido devorados por el poder. ….Manel era un hombre sencillo, solidario. Un hombre simple, humilde, austero y de enormes virtudes.
Manel era consciente que en una sociedad donde los modelos positivos resultaban vitales para formar a los jóvenes y estos valores y modelos no se encontraban fácilmente: Era necesario obrar.
Dedicó gran parte de su vida a la enseñanza, a educar en la cooperación y la paz. Consideraba que la palabra y la acción eran las únicas herramientas para la salvación.
Había sido ejemplo de muchos jóvenes al límite de la exclusión social, que gracias a su vocación, dedicación y empeño se habían convertido en adultos ejemplares y habían criado y educado hijos y nietos ejemplares.
Difundía su mensaje, creía en la educación y en la cadena de favores, en el milagro de la vida y en las segundas oportunidades.
Su labor era simple, pero su mensaje se multiplicaba y amplificaba. En tiempos difíciles, Manel era un referente para muchas personas que habían perdido las esperanzas.
Él siempre contaba la misma historia, en la que era el protagonista. Manel había sido concebido por error. Sin ser consciente de ello, se había convertido en un superviviente desde recién nacido. Educado con amor por sus padres adoptivos, se había convertido en un hombre sabio, intelectual, humilde y ante todo inmensamente humano.
Él perdonaba a sus padres biológicos, comprendía que el peor enemigo de una persona era la desesperación y el miedo. Promulgaba como salvación del alma, el asumir con dignidad las equivocaciones cometidas, comprendiendo que somos seres imperfectos y que solo nuestros actos nos librarán del arrepentimiento y nos elevarán a la plenitud como personas.
Su mensaje a los jóvenes era simple: «No quieras enterrar las equivocaciones cometidas, hazte cargo de ellas para crecer y evolucionar». No cojas los atajos, ni el camino más fácil, porque tarde o temprano te encontrarás a merced de tu conciencia».
Su mensaje de esperanza llegaba a todos aquellos que necesitaban oírlo.
Su mensaje era el de un sobreviviente que enseñaba que no había que ser un superhéroe para salir adelante en la vida, que solo bastaba voluntad, constancia y mucho amor. Que nuestros errores no debían ser el motivo para quedarnos en la sombra o en olvido, sino el motor del cambio.
Una vez muerto, el mensaje de Manel seguía difundiéndose a favor de la vida. El pilar de su lucha era la infancia. Su mayor dedicación consistía en erradicar el trabajo infantil, el infanticidio y la esclavitud sexual. Él sostenía que una persona digna no podía vivir ajeno al dolor de sus prójimos. Una de sus luchas era perseguir a los pederastas que, gracias a su perversidad y poder económico, convertían el mercado sexual infantil en un negocio rentable. Se comprometía con las miles de mujeres que se amparaban en sus brazos para escapar del sometimiento sexual. Luchaba para erradicar la violencia de género y la discriminación.
Nunca desistía en su lucha, porque se consideraba un superviviente por naturaleza y estaba agradecido de serlo.
Ese era Manel, un simple educador social, un humilde y amoroso padre de familia, un ciudadano común.
Un hombre que se diferenciaba del resto por su implicación y amor a la vida.
De Florencia Moragas dedicado a su hijo.
¡Y tú!….¿Has pensado en el epitafio que te gustaría tener?.
El que me gustaría a mí es el siguiente:
Aquí yace flor
Querida por sus seres queridos
Idealista, amante de la alegría y de vivir en un mundo más justo
Donde prevalezca la solidaridad por encima de la ambición.
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