INTRODUCCIÓN

¿Por qué aislados vibramos diferente?. Una pregunta que me empecé a hacer, que me ronronea en la cabeza y que me ha llevado a traerlo a Vaquera del espacio. Hago la introducción al tema a través de un brainstorming sobre vivir aislados…. lejos de la vorágine.

Algunas personas hablan del síndrome de la isla, que como tal no existe. Percibimos como negativo, ermitaño….la necesidad de soledad, de una vida con una dosis de aislamiento, con metas diferentes a las preestablecidas.

¿Por qué aislados vibramos diferente?

Vuelvo a sacar la isla, porque reconozco en las personas que viven en una isla o aislados geográficamente, vibran en otra sintonía….Esto se puede deber a que Las islas suelen estar geográficamente aisladas del continente, lo que puede influir en la forma en que se desarrollan las comunidades.

La Relación con el entorno es vital.  La vida en una isla a menudo se caracteriza por una estrecha relación con el entorno natural, incluyendo el mar y la costa. Esta relación puede influir en la forma en que las personas en las islas se relacionan con la naturaleza y sus recursos, lo que a su vez puede influir en su estilo de vida y valores.

La Economía: La economía de las islas a menudo está relacionada con la pesca, el turismo o actividades relacionadas con el mar. Esto puede afectar la forma en que las personas ganan su sustento y viven su vida cotidiana.

Actitud hacia el cambio: En algunas islas, la comunidad puede tener una actitud más conservadora hacia el cambio y la influencia externa, ya que la preservación de su entorno y su cultura puede ser una preocupación importante. Esto es una especie de cordón a cualquier crecimiento no sustentable, que podría desequilibrar la armonía del lugar.

Creo que con lo expuesto es normal que vibremos diferentes en un entorno de aislamiento geográfico, libre de electrosmog, de alimentos que no alimentan, de noticias que intoxican, conectando a diario con la naturaleza.

Ahora sí les dejo el cuento

El cuento del pescador y el empresario

Un pescador en la orilla de una isla paradisíaca, es sorprendido por un turista americano, que además era empresario y doctora en economía en Harvard.

El empresario le pregunta al pescador como era su rutina. Y el pescador le cuenta que desayunaba con su familia, salía a pescar…comía, dormía la siesta, jugaba con los niños, visitaba a sus amigos….

A lo que el empresario le interrumpe y le responde que trabajaba poco, que si invertía mejor el tiempo y los recursos…..podía tener un barco más grande, una flota, incluso llegar a tener una piscifactoría. Para a los 70 años poder vivir muy bien en una isla paradisíaca…..desayunar, salir a pescar, jugar con los nietos…..

Este cuento tiene varias interpretaciones, en esta ocasión lo traigo a colación del espíritu de las personas que viven aislados y lejos de demandas sociales que no valoran, el valor del tiempo….valga la redundancia. La calidad del tiempo y la relación con la calidad de vida.

Este cuento lo viví personalmente, cuando le pregunté a un dueño de restaurante en una isla del Mediterráneo, porque no trabajaba más las redes sociales, para atraer más clientes….Me contesta: en este restaurante trabajamos la familia, más clientes implica más trabajadores….más problemas…..no nos falta nada, no necesitamos más. Me sentí la americana del cuento, enajenada con mi trabajo en redes sociales, diciéndole a alguien que vivía una vida de ensueño…que sea más productivo como yo, que había llegado a la isla como turista, medio enferma de ansiedad….el flajelo de la salud mental.

Jamás olvidaré esta conversación con Costa y su gran lección de vida, cuanta razón y que desubicado mi planteo. Pero en realidad, se trató de diferencias de vibraciones. Comprendí por qué se vibra diferente aislados….. de la vorágine…de la competencia, de las prisas, por llegar no sé a dónde, ni para qué, ni por qué.

Tal vez no necesitemos ir a una isla, sino trabajar el retornar a lugares más sencillos en nosotros mism@s. Aislados de demandas que no son nuestras, que simplemente están impostadas,  y vas por la vida por repetición, cumpliendo mandatos sociales que no son tuyos.

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