Cuento participante en  «los gestos del suicida«, libro solidario  a favor de Amnistía Internacional.

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Amor a la carta

Darío era un hombre de mediana edad,  de esos hombres que resulta difícil atinarle los años.

De fisonomía mediterránea, con  profundos ojos negros, no muy alto, delgado  y de pelo canoso. Esta última característica    lo dotaba de un aire de intelectualidad.

Se podía  calcular  que rondaba los cuarenta largos,  aunque poseía un don  natural que le permitía aparentar menos años.

Su personalidad

A simple vista era una persona muy normal, del montón, formal.

Absolutamente nadie de su entorno podía decir una sola palabra negativa a cerca de Darío. Siempre  mantenía un perfil bajo, jamás se lo veía enfadado, agobiado o cansado. Era UNA PERSONA SERIA e inmutable.

A su vez, a nadie le llamaba la atención ese hermetismo porque lo creían un hombre reservado. Tan reservado que llevaba 25 años de trabajo en una misma empresa y sus compañeros de trabajo desconocían detalles de la vida personal de Darío.

Se lo veía como un hombre equilibrado. Siempre amable, correcto y educado. No tenía problemas con ningún compañero, cumplía con su tarea eficientemente, no tenía casi absentismos   y siempre era muy puntual.

Por ese motivo tenía las llaves de la oficina en su poder.

Era una persona terriblemente rutinaria, llevaba un aspecto siempre aliñado, con su ropa impecablemente planchada, siempre bien arreglado, perfumado y aseado.

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