Vicioso lector, que buscas con el pulso acelerado sensaciones inauditas, escucha este cuento osado.
Que aquí te traigo la historia -mi hermanastro, mi cofrade- de la becaria Justine y el brutal marqués de Esade.
Era jefe el señor Márquez de un despacho financiero con sede en el Reino Unido y sed-de mucho dinero
«Todo el que entre en esta empresa -decía siempre el marqués- que pierda toda esperanza de irse a su casa a las tres.»
El señor Márquez gozaba sin pudor ni disimulo que sus cuarenta empleados le relamiesen el culo (¿Quien podía sospechar -así son las apariencias- que un hombre sin vacaciones guardase tantas licencias?)
Si alguno llegaba tarde o salía puntual el marqués lo rebajaba al puesto de comercial.
Al verlos allí sufrir maniatados a la mesa, al señor Márquez de Esade se le iba poniendo tiesa.
Cuando cuadraban los números y se cumplía el programa el marqués se estremecía pegado al orgasnigrama.
El marqués le daba a todo contable o ejecutivo se diría que la empresa él era el único activo. Pero nada en este mundo excitaba al animal como una sindicalista o una baja maternal.
Cuántas tardes se quedaba a recordar la plantilla, no siquiera su bonsái escapó de la pesadilla…
Un día llegó a la empresa la señora Justine, una becaria inocente con cara de querubín. No haría falta que os explique que aquella dulce apariencia despertó en nuestro marques la más cruel concupiscencia.
Con gritos un tanto ambiguos el marqués siempre la humilla: «¡Imprímame estos archivos en arial diez, bastardilla!»
Pero no penséis lectores, que a Justine esto le asusta, que, por la cara que pone, de diría que le gusta.
Él le va dando trabajo por delante y por detrás y ella, que nunca se queja, parece que quiera más. Siempre que el marqués la ve encerrada en su cubículo le entran ganas de dictarle su dilatado currículo.
Pero a pesar de las broncas el marqués no la despide porque sabe que Justine le da siempre lo que pide.
Pues ella es la más sumisa de todas las secretarias y quiere que siga dándole más horas extraordinarias.
Un día le dijo el marqués le tengo una gran estima pero tráigame a su hermana, que yo le daré una prima.»
MORALEJA si os ha gustado este cuento me despido gentilmente, si no, dejad que os dedique un despido improcedente.
Cuento De Cuentos cruentos. Dino Lanti