LOS SIETE ENANITOS EN PARO
En los ochenta las minas del bosque encantado cerraron y hasta los siete enanitos se quedaron en paro. Desde entonces todos ellos se tuvieron que enfrentar al espejito, espejito de la dura realidad. Y estaban todos tan tristes (Imagínalo si puedes) que no podía alegrarlos ni siquiera Blancanieves. Porque quién iba a decirles que de aquel hermoso valle un buen día les pondrían de patitas en la calle. Y como ninguno de ellos estaba hecho un alevín nadie les daba trabajo ni como gnomo de jardín. Ahora, desmotivados, ya jo hacen nada bien Y jo se ponen en fila ni en la cola del INEM.
El enanito gordito -veréis que el destino es cruel- bebía como una cuba estando ya como un tonel.
Y como era de esperar en un cuento realista, el enanito mudito nunca pasó una entrevista.
Cansado de no hallar nada, el enanito dormilon se echaba el día durmiendo frente a la televisión.
El enanito tontín a una anciana disfrazada un día le fue a robar la manzana envenenada.
Los meses iban pasando y era tanta la tensión que el enanito feliz cayó en depresión.
Y el enanito gruñón, que ya era sindicalista, un día acabó metiéndose en un grupo terrorista.
Entonces los enanitos, hartos de los lunes al sol, fueron a buscar trabajo en un tablero de rol. Y ahora trabajan los siete de duendes meridionales, pero les paga muy poco porque allí son ilegales.
(Moraleja) No hace falta ser muy listo para entender al momento que la vida de un parado no es una vida de cuento.
De Cuentos cruentos. Dino Lanti