Cuando la memoria se borra, la historia se repite, hoy hablamos de xenofobia Italia contra su propia sangre.
En Memoria Colectiva escribí hace años que las guerras no terminan cuando se firma la paz, sino cuando se recuerdan con honestidad.
Hoy vuelvo a ese tema porque la historia insiste en repetirse con otro disfraz.
Xenofobia Italia y el gobierno de Meloni
El gobierno de Meloni ganó agitando uno de sus caballitos de batalla: la inmigración ilegal.
Y, mientras levantaba la bandera del “orden”, arrasó derechos de los descendientes que heredamos la nacionalidad como un hilo invisible hacia nuestras raíces.
Mi bisabuelo —mi nonno— fue condecorado como soldado de guerra.
Luchó, mató, sobrevivió en trincheras.
Contaba historias espantosas.
Le arrebataron la juventud en una guerra que no era suya, en la que nunca eligió estar.
Hasta su último suspiro cargó con la culpa de los niños que quedaron huérfanos por sus balas, disparadas solo para defenderse.
Gracias a él y mis abuelos hoy tengo la nacionalidad italiana.
Y aunque llevo 24 años viviendo en España —y a veces tener pasaporte italiano es más una molestia que un privilegio, entre embajadas y consulados—, nunca me nacionalice española.
Lo hago por respeto a mi bisabuelo y abuelos.
Por eso duele ver cómo, un siglo después, el país que forjó su identidad en el éxodo y el trabajo de millones de migrantes hoy levanta muros, criminaliza al extranjero y recorta derechos a los propios hijos de su diáspora.
La xenofobia no distingue acentos ni apellidos.
Empieza señalando al “otro” y termina borrando los derechos de todos.
Como escribí en Ciudadanos del mundo: identidad, migración y pertenencia,
“Emigrar no siempre es irse; a veces es salvarse.”
“El miedo y el orgullo se han convertido en armas políticas.”
“Controlar lo que la gente siente es más eficaz que controlar lo que piensa.”
Y ahí está el punto: votar miedo es votar manipulación.
Votar xenofobia es entregar la libertad emocional a quienes viven del resentimiento.
Cuando se vota desde el miedo y el odio, se destruye lo que generaciones enteras construyeron con sacrificio: dignidad, memoria, paz, humanidad.
Y en ese punto ya no hay vencedores, solo herederos de un silencio.
Votar xenofobia es votar contra uno mismo.
Contra la historia familiar.
Contra el respeto a quienes, como mi nonno, dejaron su juventud en una trinchera.