Generación en Llamas: generación Zoomers y la Crisis Permanente

Si la generación de los cincuenta se reinventa desde la experiencia, la de los veinte lo hace desde la resiliencia pura. No es una elección, sino un mandato de los tiempos.
Los Zoomers —esa cohorte demográfica que nació entre finales de los 90 y mediados de la década de 2010— no heredó un mundo de promesas, sino un ecosistema de alertas constantes.
Son hijos del colapso financiero, de las pantallas omnipresentes, del confinamiento global, de la emergencia climática y, ahora, de la disruptiva amenaza laboral de la inteligencia artificial.
A todo ello se suma una inestabilidad política y social creciente, con democracias erosionadas, desinformación, guerras que se reactivan en distintos frentes y un sistema global que parece tambalear entre crisis sucesivas.

Su realidad no es solo una sensación: es un dato duro.
Estudios recientes, como el informe MetLife 2025, pintan un panorama sombrío: solo el 31% de los Zoomers se siente «saludable holísticamente», una cifra que cae año tras año. Casi la mitad (46%) reporta estrés constante, y un 35% reconoce sentimientos de depresión.
Han normalizado el agotamiento como estado base.

Nacer en la crisis, crecer en la incertidumbre

Para ellos, la crisis no es un evento puntual; es el paisaje de fondo de sus vidas.
Muchos abrieron los ojos cuando la economía global se desplomaba en 2008 y llegaron a la adolescencia justo cuando una pandemia paralizaba el planeta.
Vieron a sus padres reinventarse por necesidad, a sus profesores luchar contra el agotamiento y a las figuras de autoridad perder credibilidad.

Su infancia estuvo marcada por la ansiedad y la sobreexposición digital; su pubertad, por el aislamiento forzado; y su juventud, por un horizonte que ha dejado de prometer estabilidad laboral, económica o incluso climática.
A esto se suma un entorno político volátil, donde los extremos ideológicos ganan espacio, los discursos se radicalizan y la confianza en las instituciones se desvanece.
Las guerras, tanto las visibles como las informativas, se han vuelto parte del paisaje mental de una generación que creció viendo conflictos en tiempo real desde una pantalla.

Investigaciones del National Bureau of Economic Research (NBER) señalan un cambio de paradigma: la clásica «crisis de la mediana edad» está siendo reemplazada por una «crisis del cuarto de vida».
La desesperanza ya no espera a los 40; ahora es más aguda entre los más jóvenes.

Habitando el ruido: hiperconectados y sub-realizados

Los Zoomers son la primera generación nativa de un mundo completamente hiperconectado.
Hablan, estudian, trabajan y aman a través de pantallas.
Sin embargo, esta conexión perpetua no ha forjado un sentido de pertenencia, sino una fatiga profunda.
Están saturados de información, de comparaciones sociales imposibles y de discursos vacíos.

El meme se convirtió en su lingua franca no por frivolidad, sino porque el humor ácido es el último refugio frente a la ansiedad existencial.
Y cuando intentan desconectarse, sienten el pánico a quedar fuera, a desaparecer del mapa social.
Viven la paradoja definitiva: saben más sobre el mundo que cualquier generación anterior, pero ese mismo mundo les ofrece menos espacio para construir algo tangible y propio.

Un espejo incómodo: la ficción que los retrata

La serie Zoomers, disponible en Amazon Prime, actúa como un documento sociológico de precisión incómoda.
Al seguir a un grupo de jóvenes marcados por la pérdida, la pandemia y el aislamiento, la narrativa muestra los intentos de rearmar una vida cuando el futuro parece una broma de mal gusto.

No hay moralejas fáciles ni finales felices forzados. En su lugar, ofrece realismo emocional puro: ansiedad, apatía, una sensibilidad a flor de piel y la búsqueda constante de un sentido que el sistema no proporciona.
Es una ficción que no solo entretiene, sino que obliga a mirar con empatía a quienes cargan con un peso desproporcionado.

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Puentes, no trincheras: el diálogo intergeneracional

Frente a este panorama, el contraste con la generación de los cincuenta es revelador.
Mientras los mayores buscan sentido después de haber perseguido un modelo de éxito establecido, los más jóvenes buscan desesperadamente un motivo para empezar siquiera.

El diálogo entre estas dos experiencias no debe ser de juicio, sino de traducción mutua.
Quienes crecieron en un mundo analógico pueden ofrecer calma, perspectiva y la sabiduría de las raíces.
Los Zoomers, en cambio, aportan la lucidez cruda de quienes nacieron viendo el sistema desnudo, sin ilusiones ni maquillajes.

Tal vez la verdadera revolución de nuestro tiempo no sea tecnológica ni política, sino generacional: aprender a escucharnos entre quienes estamos navegando el mismo temblor, pero desde habitaciones diferentes del mismo edificio en llamas.