¿Por qué sentimos que nos ocultan la verdad? Hoy abordamos desconfianza en los medios

Vivimos en una era de sospecha. No es solo una sensación: la confianza en los medios, los gobiernos y las grandes organizaciones atraviesa su punto más bajo en décadas. Cada vez que una noticia se retrasa, se edita o se contradice, miles de personas piensan lo mismo: nos están ocultando algo.

Pero, ¿por qué sentimos eso?

1. La historia pesa.
Los escándalos de corrupción, las guerras justificadas con mentiras, la manipulación de datos o la censura encubierta dejaron una huella profunda. Cuando te mienten una vez, aprendes a dudar. Cuando te mienten cien, ya no crees en nadie.

2. La opacidad institucional.
Las estructuras grandes se mueven despacio. Comunican tarde, o no comunican. En un mundo donde la información circula en segundos, ese silencio se vive como ocultamiento, aunque a veces solo sea burocracia.

3. La dependencia económica de los medios.
Gran parte de la prensa vive de la publicidad y los intereses que la financian. No siempre se trata de manipulación directa, sino de autocensura: no muerdas la mano que te da de comer.

4. El ruido digital.
Hoy cualquiera puede publicar lo que sea. En esa marea de contenidos, los datos verificados pesan menos que los virales. La mentira corre más rápido, y cuando la verdad intenta alcanzarla, ya nadie escucha.

El caso del cometa Atlas: entre la ciencia y la sospecha

Cada cierto tiempo el cielo nos ofrece un espejo. En 2025 volvió a hacerlo con 3I/ATLAS, un objeto interestelar detectado en julio de ese año y analizado por astrónomos de todo el mundo.
A diferencia de los cometas clásicos, no mostró una coma visible ni un comportamiento estable, y su aceleración fue calificada de “anómala”.
Detalles así bastan para encender la imaginación colectiva.

En redes, el cometa se convirtió en catalizador de múltiples narrativas:

  • La científica, que lo estudia como un fenómeno natural poco común.

  • La extraterrestre, que lo asocia con la posibilidad de tecnología no humana, recordando al caso de ‘Oumuamua’.

  • La bíblica, que interpreta su paso como un presagio o advertencia.

  • La conspirativa, que lo vincula al Blue Beam Project, la teoría según la cual los gobiernos podrían proyectar imágenes holográficas en el cielo para simular un “contacto” extraterrestre o un evento divino.

No es casual. En tiempos de incertidumbre, todo evento cósmico se lee como mensaje o amenaza.
Lo interesante es cómo el mismo dato científico —un cometa interestelar— se transforma en una historia diferente según quién lo mire.
Ciencia, espiritualidad y desconfianza conviven en el mismo relato.

La película No mires arriba (2021) retrató justo esto: un cometa real que amenaza a la Tierra mientras la sociedad elige negarlo o convertirlo en espectáculo.
El mensaje no era el fin del mundo, sino la dificultad de distinguir entre verdad, manipulación y distracción.
El caso 3I/ATLAS actúa igual: un fenómeno astronómico que sirve como lienzo para nuestras dudas más terrenales.

5. El efecto psicológico.
Ante tanta incertidumbre, es más soportable creer que “alguien controla todo” que aceptar que el mundo es caótico y desordenado. La sensación de ocultamiento es, en parte, una defensa frente al miedo.

Creer o no creer se ha vuelto un acto político. Pero quizás el punto no sea elegir un bando, sino aprender a sostener la duda sin caer en el cinismo.
Preguntar, verificar, comparar. No resignarse al “todo es mentira”, pero tampoco al “todo está bien”.

Porque si algo se oculta, tarde o temprano, sale a la luz.
Y cuando eso ocurra, conviene estar lúcidos, no paranoicos.

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