La memoria colectiva de la guerra y los refugiados : Son muchas las vivencias que salen a flote con la llegada del Aquarius. Somos muchos los que la memoria nos ha llevado a recordar historias de guerra y hambre .

La memoria colectiva de la guerra y los refugiados

Recuerdo sentarme en las rodillas de mi bisabuelo, murió condecorado por Italia como el soldado más viejo, murió con más de 90 años y era el único de la familia que contaba las vivencias del horror,   y los niños lo vivíamos como si nos narrara un cuento. Nadie más de la familia, incluso mi abuela, quiso hablar de la guerra. Me fui enterando de cosas sueltas,  como que las mujeres y las niñas se vestían de ancianas para no ser violadas, que dormían en casas sin techos como consecuencia de las bombas , o que recorrieron  KM bajo cero huyendo del enemigo, durmiendo en graneros y hasta  dejando el cadáver de un bebé que murió en la nieve. Al igual que sucede en África, los Europeos también huían del hambre y la guerra. También se subieron a barcos destino a América, sin papeles, sin formación. Mi bisabuelo, antes de ir a Argentina estuvo en Nueva York buscando a su padre,  trabajando en la construcción. En Rosario Argentina se jubiló trabajando para el ferrocarril del estado (era revisor del tranvía). La vida era difícil para ellos, pero los aceptaron y los respetaron. A tal punto que mi abuela quedó muy joven, viuda con dos niñas, mi mamá y mi tía Ana. Y salió adelante con una panadería que era frecuentada por todo el barrio, no solo porque era una Italiana excelente repostera y muy trabajadora «la gringa» (como la llamaban con cariño), sino además por SOLIDARIDAD, una palabra que ha sido la más importante aprendida de mi familia, porque ha sido la que ha permitido nuestra supervivencia. Mi bisabuelo recibía una suma importante de dinero de Italia y él lo repartía en partes iguales con sus hijos, sobrinos y nietos.

En esas historias tristes que nos contaba con salero, mi bisabuelo que era un hombre tremendamente inteligente verbalizaba que hubiese deseado ir a la escuela, pero que le había tocado ser soldado y librar una guerra ajena, vida de trincheras, de compañeros muertos, de beber pis de caballo cuando los Alemanes tomaron los ríos, de matar al «enemigo» cara a cara con su bayoneta y preguntarse por qué había dejado a una familia  sin padre. Imágenes que hasta el último momento de su vida no se iban de su cabeza.

La historia más conmovedora, cuando intentó dejar el frente de batalla, no podía desertar porque lo mataban, entonces se ideó una estrategia….Cada noche afilaba una piedra, era con lo que pensaba cortarse el dedo de gatillar,  simulando un accidente para salir de ese infierno. Pero la noche que iba a mutilarse, se le hincha el dedo y no pudo cortárselo…..Al día siguiente le llega la carta que lo mandaban a casa, si la noche anterior se cortaba el dedo se mutilaba para nada….El dice que fue un milagro, lo contaba como un milagro.

Mi nonno Mikele!!!, gracias a él conocí la atrocidad de la guerra, no podía dejar de escucharlo atentamente. Mi madre también me contaba algunas cosas que había oído  y junto con mi padre me llevaron a conocer mis orígenes en Italia, a mi familia. Es realmente conmovedor encontrarte en un sitio a 14000 KM de casa la foto de tu abuelo en la mesa de noche, en la casa  de una señora desconocida para mí, que era su hermana. También recuerdo preguntar por qué decían «Vedere Napoli e dopo morire». Napoles era el último puerto de Italia cuando partían a América y para ellos partir era morir un poco.

Por todo esto, tal vez, los que estamos a favor de acoger,  es porque no tenemos memoria selectiva,  y sentimos orgullo del esfuerzo de nuestros ancestros por ofrecernos una vida mejor. Y hasta sin saberlo, en su lucha, nos regalaron una Nacionalidad Europea que nos ha dado el derecho a retorno.

Una anécdota

Así como mi bisabuelo era un hombre culto, que jugaba con nosotros y nos enseñaba lugares en el mapa mundi, que  fue el único que me cantaba en inglés cuando mis padres retornaron de Australia a Argentina donde viví mi primer infancia y  no hablaba el español. Aún recuerdo su voz gruesa y pausada de un hombre de metro noventa: Little one, little two, little three little indians. Mi bisabuela, por el contrario era una mujer ignorante sin interés de aprender, a tal punto que hablaba mal el español y usaba palabras en dialecto. Ella viajó sola en el barco con sus hijas y llevaba bastante dinero, como no quería dejarlo en la maleta cosió en su abrigo de invierno los billetes en el interior, sin saber que al llegar el Ecuador cambiaba de estación. Contaba como en  pleno caribe, cuando bajaron del barco, ella iba con 40 grados y su abrigo puesto.

Estoy enormemente agradecida de mi familia materna que ha legado la transmisión oral, que nos ha permitido heredar el acervo cultural. Mi familia paterna borró la historia de Francisco nacido en Badalona que emigró a Argentina. Para algunas familias el pasado es avergonzante, para mí es la mayor de las riquezas heredadas de mis ancestros.

Foto de portada familiar, el pasaporte es de Lidia (la gringa), mi abuela. ¡Linaje de mujeres fuertes!

Mi madre me decía: Uno no elige donde nacer, pero sí donde quiere morir

Vaquera del espacio

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