Había una vez un orgullo

Mucho tiempo atrás, lucía un traje de orgullo.

Era plena, feliz. Lo tenía todo y lo que me faltaba lo conseguía con tesón.

No era orgullo de orgullosa, aunque el límite es casi imperceptible.

Era orgullosa de plena, de amar con intensidad y pensar que era recíproco, de disfrutar de una buena vida y muchos logros de a dos. De transitar a buen paso,  hacia cumplir los sueños de una familia, que también eran solo míos.

 

Qué pasa cuando todo se desmorona?. Cuando los fuertes pilares que sostenían tu vida, se rompen como si fueran de porcelana?

Esos pilares pueden ser un trabajo, la pérdida de un ser querido, el desamor. Aunque uno aprende,  que el más poderoso de los pilares que debe cuidar, es la salud.

Descubres que tu traje de orgullo es lo primero que desaparece de tu armario.

Que los sueños desaparecieron por completo,  como si se hubieran tratado de una gran utopía

Y lo peor, que esa buena vida llena de logros por disfrutar, se convierten en sacrificios por sobrevivir.

Pero aún peor, es la decepción y como gestionarla.

La ira, el enfado son caminos oscuros y nada recomendables, pero el sentimiento de injusticia e impotencia te empujan a transitar lo. Luego pasas por el victimismo, porque me pasa esto a mi?. Hasta que llega la paz de la mano de asumir lo que te toca vivir,  y en lugar de auto flagelarte,  luchas… Tus sueños,  se concentran en un frasco poderoso , que es tu meta. La mía sacar adelante a mi hijo, feliz, sano y pleno.

Cuando todo se rompe, no queda otra que reconstruir, pero con otros ladrillos y arquitecto, para no repetir patrones.

 «Una persona de éxito es la que construye castillos con las piedras que le han lanzado».