La historia de X e Y  historia real de un parásito social

Y era un chico normal, pasando un mal momento en su vida. Inteligente, constante, tenaz.

Conoce a X y con ella recibe afecto, contención, respaldo.  Credibilidad, justo en el momento que más lo necesitaba.

Proyecta un futuro próspero y lo consigue.

Se beneficia de favores insolentes de quienes respaldan a X. Incondicionalidad, confianza , apoyo, bienestar económico, durante casi dos décadas.

Y se hace fuerte y decide someter a X y todos los que rodean a X.  Como eso no fue posible, decide que ya no le vale. Además X comenzaba a tener problemas personales ( su madre enferma de cáncer), los mismo problemas que Y había tenido en el pasado, justo cuando conoció a X

Y  ha decidido y está en todo su derecho ha elegir en pos de su felicidad y tiene un instrumento poderoso para someter a la distancia, un hijo.

¿Pero hasta donde puede llegar el egoísmo de un ser?. Ni siquiera lo podemos llamar ser humano, SIMPLEMENTE SER. Aquel que construye sobre los despojos que deja de su pasado inservible, lo convierte en un ser carroñero, lejos de los valores humanos.

Abandono de responsabilidades, atropello, falta de memoria, resentimiento, maldad en estado puro.

No hay víctimas ni victimarios, pero sí una triste carnicería.

X piensa que la vida misma se encargará de poner a cada cual en su sitio. El equilibrio del universo, el yin y el yan.

Por desgracia, X se llenó de decepciones gracias a él. Pero no deja de creer en el perdón y en el amor, como pilar fundamental para seguir creciendo y evolucionando como persona. Sin dejar de asumir sus grandes errores y aprendiendo de cada uno de ellos.

Cuando llega la quietud, el silencio propio de la ignorancia, cuando las mentiras y amenazas dejan caer su sutil velo. El recurre al talón de Aquiles de ella, su lado más vulnerable, su madre enferma y su hijo. X no puede soportar el menosprecio y la injusticia ante sus seres más queridos, aquellos que dieron y siguen dando mucho por X y por YY lo sabe, conoce sus debilidades y arremete sobre ellas sin culpa ni remordimiento.

Ella está herida, viviendo un duelo, pero cada día se hace más y más fuerte, segura de sí misma, menos ciega y también menos crédula.

Disfruta del amor de su hijo, lo único válido e inmensamente gratificante que le dejó Y.

Y ha rehecho su vida, pero sin respetar su pasado, sin lealtad, moral, conciencia, dejando sus resentimientos escondidos a flor de piel y la dignidad en el olvido. El tiempo deja de manifiesto que Y  es un parásito social, con el añadido del patetismo que lo lleva  cerca de los 50 años, a ser el mismo adolescente perdido de antes de conocer a X.

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