La guerra que nunca se imaginó emprender el capitalismo

La hora del «Apocalipsis social»

Lo que parece, en primer término, una expresión surrealista y demente (que el capitalismo combata al hambre que genera), es lo que se han propuesto las naciones centrales más desarrolladas, que a través de sus instituciones y organizaciones advierten sobre las implicancias y el peligro que entraña lo que llaman «crisis alimentaría mundial» y cuyos efectos ya se proyectan por medio de estallidos sociales y revueltas de los pobres por todo el planeta.

En su dinámica histórica concentradora de riqueza en pocas manos (y como producto de la propiedad privada explotada sin planificación) el capitalismo ha depredado los ríos, la fauna y los bosques, produciendo las condiciones para un «Apocalipsis natural» de la mano del calentamiento global y de la extinción de los recursos naturales esenciales.

En un segundo frente, las guerras intercapitalistas por la conquista de mercados y el negocio con el armamentismo han creado las condiciones para un «Apocalipsis nuclear» de la mano de los arsenales atómicos que las potencias centrales acumulan como «efecto disuasivo» contra sus rivales, y cuya utilización efectiva nadie puede prever en el futuro.

Y hay un tercer frente que se suma: La plaga del hambre que ya se extiende como una epidemia por las áreas empobrecidas del planeta generando las condiciones para un «Apocalipsis social».

No hace falta mucha imaginación (el fenómeno ya se verifica en la realidad) para mensurar el factor apocalíptico masivo que representaría para el sistema el avance de ejércitos de hambrientos buscando comida para supervivir en las grandes urbes, enfrentando con la violencia a la represión militar o policial.

¿Que puede detener a un hambriento? Se trata del instinto de conservación, el primer sistema de señales que guía la conducta de un ser humano o de un animal en situaciones extremas de lucha por la supervivencia.

¿Acaso se utilizarían tanques, aviones y arsenales nucleares para detener a los miles de millones de pobres atacados de «hambre celular» que se abalanzarían masivamente sobre las ciudades para conseguir alimentos por los medios que fuesen?

¿Con qué discurso los políticos del sistema podrían contener a los atacados de incontinencia alimentaria y reencauzarlos por la senda de la «civilización» y de la «gobernabilidad democrática» capitalista?

¿Cuanta propiedad privada concentraría un «empresario» capitalista antes de que las multitudes de hambrientos saqueen su casa y destruyan todo lo que encuentran a su paso, incluso su vida y la de su familia?

¿Cuantas balas o misiles alcanzarían a disparar las tropas militares antes de ser destrozadas por las multitudes enfurecidas por el hambre y la reacción instintiva de la búsqueda de supervivencia a cualquier costo?

No se trata de una revolución racional y planificada por la toma del poder político, se trata de la «barbarie» en su escala primitiva, una regresión al hombre prehistórico, sin ningún molde de «civilización» o de «convención social» que lo contenga en su búsqueda de alimentos para supervivir en la inmediatez.

A excepción de los marginados masivos de la sociedad de consumo capitalista, que no alcanzan a cubrir los niveles esenciales de supervivencia, el resto de la sociedad mundial (tanto en el mundo dependiente como en el mundo de las potencias capitalistas dominantes) está programada a partir de una estructura piramidal de individuos-masa nivelados por la ideología del consumo capitalista.

La manipulación psicológica con el consumismo (para vender productos capitalistas) desarraigó al individuo-masa de los valores de su propia cultura, historia y tradiciones de origen, y lo convirtió en un alienado universalizado y sin conciencia.

Curiosamente, el sistema que niveló a la humanidad en la ideología del consumo como «pensamiento único», hoy retacea a las mayorías planetarias la materia prima del consumo: Los alimentos esenciales para la supervivencia.

La ONU, el Banco Mundial, la mayoría de los expertos y últimamente el G-8, vienen advirtiendo sobre el peligro de estallidos sociales a escala global que podrían generarse por el impacto de los precios del petróleo sobre el costo de los alimentos en los países más pobres de Asia, África y América Latina.

El FMI acaba de advertir que la crisis mundial es mayor de lo que se preveía, y que va a condenar al hambre y la desesperación a las masas más empobrecidas del mundo dependiente, en Asia, África y América Latina.

«Miles, cientos de miles de personas padecerán hambre. Los niños sufrirán de malnutrición, con consecuencias por el resto de sus vidas», señaló el director del FMI, advirtiendo que la crisis social causada por la inflación en los precios de los alimentos ya esta desencadenando conflictos sociales a nivel mundial.
La «emergencia alimentaria» producida por la escalada de los precios del petróleo, con su inmediato emergente de conflictos y estallidos sociales que ya empiezan a extenderse por los países periféricos, determinó, a su vez, una operación «salvataje de los pobres» que el Banco Mundial, el FMI y el G-7 quieren profundizar, no para reparar las injusticias cometidas por la concentración de riqueza en pocas manos, sino para salvar al sistema de la escalada de conflictos sociales y gremiales que pueden terminar de un plumazo con el actual modelo globalizado de depredación capitalista.

Aceleradamente, los responsables y estrategas institucionales del sistema comienzan a tomar conciencia de que la «crisis alimentaria» no tiene otra barrera de contención posible que la de suministrar alimentos a los hambrientos antes de que les estalle el planeta en las manos.

La guerra por la supervivencia alimentaria que solo podría ser detenida con una distribución equitativa de los alimentos y una reprogramación del sistema productivo a escala mundial orientado hacia las mayorías no es posible porque se contradice con las ideologías capitalistas.

En resumen, y como el capitalismo no puede renunciar a sus leyes históricas (concentración de riqueza en pocas manos) la «guerra contra la pobreza» es un mito que solo intenta retrasar el reloj de la historia, o sea el «Apocalipsis», que tanto en su variante «social» como «natural» o «nuclear», parecen ver cada vez mas cerca los representantes más lúcidos del sistema.

Aclaración: Este artículo no es de mi autoría. Vaquera del espacio