Viajar es una pasión que se contagia. Provengo de una familia que nunca le interesó acumular objetos, sino vivencias.  Mis experiencias volando siempre han sido de felicidad.  A los 4 años me subieron a mi primer vuelo de 22 horas de Argentina a Australia, y volar para mí siempre ha sido  la antesala de una hermosa experiencia  en familia, donde pasaríamos días juntos, conoceríamos lugares diferentes y acumularíamos infinitas vivencias de las que jamás olvidas. Vivencias que aún siguen formando parte de anécdotas de sobre mesa. No quería que pasara un año más sin enseñarle a mi hijo la experiencia de ser un viajero en avión, porque solo volando amplias tu horizonte.

Viajar es una pasión que se contagia

Volar, jetlack, pasajero en tránsito, cambiar de hemisferio, de estaciones, de idioma.

La experiencia de conocer mundo es algo que nadie te podrá quitar, me enseñaron mis padres. Podrán cambiar los gobiernos, la economía, pero lo que hayas vivido, lo que te llevas en tu mochila emocional sigue ahí y no te lo pueden arrebatar. El cerebro se expande cuando viajas, conoces otras culturas, otras forma de vida, realidades paralelas. Es difícil engañar a un viajero con discursos nacionalistas o xenófobos. Es complicado que un viajero tenga  exceso de equipaje,  porque siempre busca ir liviano para dejar espacio en su mochila.

Vaquerito on air

Soy un poco excéntrica, lo reconozco. Teniendo el tren de alta velocidad Valencia Madrid, coger un avión es un incordio, demora más, rara vez llegas a horario, etc. Pero  no quería que pasara un año más  sin enseñarle a mi hijo de 8 años la experiencia de ser un viajero en avión,  y aproveché el fin de semana con amigos en Madrid. Así como un ave le enseña a sus polluelos a desplegar las alas, así iba a ser la vivencia para Vaquerito on air.

Al llegar al aeropuerto se comportaba como un niño, se distrajo al ver la primer tienda de caramelos. Fue en ese momento donde recibió su primer lección, en los aeropuertos no te debes distraer, debes primero buscar tu vuelo,  y ya cuando lo tengas localizado matas el tiempo viendo caramelos. Escuchó sin entender, hasta que empezamos juntos a buscar el mostrador de la aerolínea para hacer el check in. Ahí se dio cuenta que la cosa era seria, me dijo: «mamá que difícil es esto». Cambió de actitud, dejó al niño en la entrada del aeropuerto y empezó a ser un aprendiz de pasajero. Su seriedad y atención se agudizó cuando llegamos al control, cuando comprobó que hay que quitarse zapatos, cinturones, dispositivos por un lado, maletas por otro. Ha sido tan grande su sorpresa que pasó el arco de seguridad con los brazos  alzados y los agentes de seguridad se comenzaron a reír y le explicaron que no era un asalto, que bajara los brazos. Le enseñé como funcionaba ese arco y como se veían nuestras maletas por dentro y aproveché en un momento a explicarle que nunca debía dejar una maleta sin mirar y el creyó que era porque te la pueden robar y le enseñé que peor era que te pusieran algo dentro. Al llegar a nuestra puerta de embarque y comprobar que solo quedaba esperar, se relajó y volvió a ser un niño.

Lo anecdótico de su primer vuelo con mezcla de emoción e ilusión ha sido el temporal de viento, 45 min para poder aterrizar culpa del viento de cola. Bautismo de fuego!. Pero el regreso ha sido de lujo y estaba tan contento que solo quería ir a la escuela para contárselo a sus amigos. Demás está decir que para mí ha sido un placer acompañar a este pequeño caballero en su crecimiento, en su primer experiencia on air.

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Viajar es una pasión que se contagia

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