Los acontecimientos

El tiempo de los sueños, recuerdo que ha sido lo último que vi en la televisión, hablaba de las creencias de los aborígenes Australianos, «cada persona existe de una manera esencial en el soñar».

Y ahí es donde me adentre, en un sueño profundo que no era el mío.

No sé ni porque sucedió, ni que hice mal, ni en que me equivoqué para pasar por todo esto.

Tampoco sé cuál es la enseñanza que me deja esta amarga experiencia.

Soy fuerte, positiva y no me rindo, me han quedado resonando en la cabeza esas últimas palabras escuchadas  por los aborígenes australianos antes del caos. «cada persona existe de una manera esencial en el soñar».

Todo empezó de repente, como si de un juego macabro se tratara.

Recuerdo el incendio y la desesperación por salvar a mis hijos.

Lo que sucede a continuación no se si es un sueño de la vida real, o es que estamos muertos.

Puertas cerradas

Es lo único que encontré al salir del incendio, puertas cerradas y un largo pasillo.

Lo único que me queda por hacer es correr, y moverme con la esperanza de salir de este sueño que se volvía pesadilla a cada momento.

Cuando salimos por la puerta abierta huyendo del incendio, nos encontramos con un pasillo, detrás las llamas y por delante el sueño de la salvación.

Solo recuerdo que corría, de mi mano iban mis dos hijos de 8 y 4 años. En realidad por ellos corría, si hubiese sido por mí me quedaba ahí sentada, soñando mi propio sueño.

Ese pasillo estaba atiborrado de gente huyendo como nosotros para adelante, algunos en el suelo agotados, ancianos, enfermos.

La gente no hablaba solo corría,  e intentaba abrir puertas,  agotados de ir para adelante sin saber a donde iban, con hambre, sucios, con frío.

A donde me conduce este largo pasillo? preguntaba una y otra vez

Ni me contestaban, solo sacaban fuerzas para golpear las puertas en búsqueda de respuestas, de salida, de esperanza.

Mis hijos tenían hambre, el de 8 años me miraba con cara de miedo y sus ojos me rogaban que fuese su heroína, el de 4 solo lloraba de hambre y de sueño.

Decidí que debíamos sentarnos a descansar y a pensar, necesitaba pensar.

Nos sentamos, recuperé fuerzas y con todo el aire que tenía en los pulmones volví a preguntar: A donde me conduce este largo pasillo?

Se hizo silencio y un hombre se acercó con una manta y un poco de pan con tomate. Me calmó, me abrazó a mí y a mis hijos.

Me dijo: solo sabemos a ciencia cierta que para atrás hay fuego, habrá que ir para adelante , o abrir alguna de estas puertas.

Me llené de energía y de un salto me dirigí a aporrear una de las puertas.

El señor se acerca y me calmó, me dijo que me sentara a comer con mis hijos, que ya mañana descansados lo intentaríamos.

No me podía dormir y le hice muchas preguntas y no obtuve muchas respuestas.

Lo que sí me contó este buen hombre, que se comentaba como si de una leyenda de aborígenes se tratara, que algunas puertas se habían abierto.

Que seres maravillosos le dieron cobijo a mucha gente elegida y recobraron sus vidas perdidas antes del incendio.

Y así me pude dormir, soñando a donde me conduce ese largo pasillo, me conduce a cumplir mi sueño de recuperar mi vida, de salvar a mis hijos, de verlos crecer.

De devolverles lo mínimo que una madre puede desearles a sus hijos, la esperanza de un mañana.

Me desperté, empecé a caminar,  y ya no me importaba la gente que me rodeaba, sus gemidos, sus manos pidiendo auxilio. Había perdido la humanidad, o simplemente se trataba de supervivencia pura, como si fuésemos parte de un experimento social, metidos como ratas dentro de ese infinito pasillo.

Ya no me encontraba de espectador frente a las puertas, ni tampoco las quería aporrear y convertirme en la masa de violentos que se obsesionaban con abrir alguna a la fuerza.

Había decidido ir para adelante con mis hijos, en búsqueda del final del pasillo, ahí estaba la llave, ahí estaba puesta toda mi esperanza.

Mientras caminaba no me distraía con nada, cuando parábamos a descansar escuchaba muchas historias que me servían para entender un poco más la ruta.

Algunos hablaban de que algunas puertas al abrirla eran como compuertas al mar,  y que mucha gente se había ahogado intentando atravesarlas.

También se comentaba que las puertas estaban cerradas porque se protegían de nosotros, nos tenían miedo, asco, rabia y mi desconcierto aún era mayor.

Yo me centraba en las puertas rojas, que tenían ventanas altas y se abrían para lanzar agua fresca, ropa y alimentos.

Gracias a esas puertas rojas sobrevivíamos , o simplemente prolongaban nuestra agonía.

No sé si encontraremos el final algún día. No sé si algún día se abrirá para nosotros alguna puerta. Si seremos los elegidos, si nos mereceremos que nos abran las puertas.

Solo sé que de momento debo permanecer viva,  para salvar a mis hijos. Lo único que me queda es seguir para adelante. Sobrevivo porque sueño con encontrar una puerta abierta, entre tantas puertas cerradas.

Fin

Simbolismos

Este cuento no tiene final, no depende de quien escribe dárselo.

Los que tienen la llave de las puertas o los extintores de incendio para volver a casa, son los encargados de darle final a la crisis humanitaria de refugiados de guerras como daños colaterales de políticas deshumanizadas y avaras.

Las puertas representan las fronteras cerradas, el pasillo la nada que transitan sin destino y con la esperanza de llegar a algún sitio. Las puertas rojas la ayuda humanitaria. Las puertas como compuertas el mar Egeo y el Mediterráneo. El incendio la guerra. La leyenda de la puerta de los elegidos, la entrada a Europa.

Puertas cerradas

 

Las cifras

  • Según la ONU, al concluir el año 2015  el conflicto había causado 250.000 muertes,  había 7,6 millones de personas desplazadas internamente y 4,6 millones refugiadas en otros países.
  • Hay más de 4 millones de refugiados de Siria (el 95 por ciento) en sólo cinco países: Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto
  • El último cómputo de ACNUR (agencia de la ONU para los refugiados), con entradas a 1 de enero, sostiene que la mayoría absoluta de los refugiados son mujeres y niños (el 20% y el 36%, respectivamente)
  • Después de que el trágico fallecimiento del pequeño Aylan Kurdi atrajera la atención del mundo el pasado mes de septiembre, más de 340 niños, muchos de ellos bebés y menores de poca edad, se han ahogado en el Mediterráneo oriental, si bien estas agencias de la ONU indicaron que la cifra podría ser mayor porque sus cuerpos se han perdido en el mar.
  • 10.000 niños desaparecidos. Los diarios británicos The Observer y The Guardian publicaban un informe elaborado por Europol en el que se desvelaba que hay una nueva organización criminal paneuropea de tráfico de personas, surgida con la mayor crisis migratoria desde la II Guerra Mundial, en la que podrían haber caído muchos niños, tanto en la esclavitud como en la explotación sexual. Según Save the Children, se estima que 26.000 niños entraron solos en Europa el pasado año. En total hablamos de 270.000 niños, de los cuales los efectivos de Europol han perdido la pista a 10.000 procedentes de Siria.

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