Está circulando por las redes sociales un artículo de autor desconocido, que ha llegado hasta la prensa masiva. A partir de este mensaje que circula, surge un nuevo término,  la sexalescencia, para identificar a un grupo de adultos de 60 o más años. El autor a través de un discurso optimista y asertivo, desmitifica el supuesto rol pasivo de la «tercera edad», dando paso a los sexalescentes.

No habla de personas arraigadas a la juventud, que no quieren asumir el paso del tiempo. Sino todo lo contrario describe  hombres y mujeres que han, o siguen trabajado  de manera independiente, que manejan a la perfección las nuevas tecnologías, modernos, progresistas,  con ganas de disfrutar de la vida, aprender,  colaborar con la sociedad, viajar, conocer gente nueva,  y ser dueños de su destino.

Describe a hombres y mujeres que no renuncian a los placeres de la vida,  porque la antigua psicología evolutiva los aparcaba en la tercera edad como el declive y la última etapa de sus vidas, cuya única función  se reduce a ser  cuidadores de sus nietos y esperar su destino final.

Este artículo de autor desconocido es realmente alentador y muy cierto. He tenido la posibilidad de trabajar en talleres orientados a  la tercera edad, lo denominábamos «jubilación activa» o «edad de oro». He aprendido más de lo que he enseñado y en esa ida y vuelta, descubrí sus necesidades. La gerontología se encuentra ante un nuevo desafío y concepto de vejez,  habrá que ponerse a actualizar unos cuantos libros!.

Los sexalescentes vienen haciendo ruido y vienen para quedarse. Bienvenidos!!!!!!!!.

La Sexalescencia

SI miramos con cuidado podemos detectar la aparición de una franja social que antes no existía: la gente que hoy tiene alrededor de sesenta años:

LA SEXALESCENCIA. Es una generación que ha echado fuera del idioma la palabra «sexagenario», porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales la posibilidad de envejecer. Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición en su momento, de la «adolescencia», que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del S. XX para dar identidad a una masa de niños desbordados, en cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde meterse, ni cómo vestirse.
Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta o setenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura latinoamericana le dio durante décadas al concepto del trabajo. Lejos de las tristes oficinas, muchos de ellos buscaron y encontraron hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganan la vida con eso. Supuestamente debe ser por esto que se sienten plenos; algunos ni sueñan con jubilarse. Los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad, crecen desde adentro. Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente vacía o ver volar una paloma desde el 5º piso del departamento.
Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante. Ella trae décadas de experiencia de hacer su voluntad, cuando sus madres habían sido educadas a obedecer y ahora pueden ocupar lugares en la sociedad que sus madres ni habrían soñado en ocupar.

Esta mujer sexalescente pudo sobrevivir a la borrachera de poder que le dio el feminismo de los 60′, en aquellos momentos de su juventud en los que los cambios eran tantos, pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido exclusivamente masculinas, algunas estudiaron una carrera universitaria junto con la de sus hijos, otras eligieron tener hijos a temprana edad, fueron periodistas, atletas o crearon su propio «YO, S.A.». Este tipo de mujeres nacidas en los 50s. no son ni por equivocación las clásicas «suegras» que quieren que los hij/as les estén llamando todos los días, porque ellas tienen su propia vida y ya no viven a través de la vida de los hijos. Su camino no ha sido fácil y todavía lo van diseñando cotidianamente.

Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo que no son personas detenidas en el tiempo; la gente de «sesenta o setenta»», hombres y mujeres, maneja la compu como si lo hubiera hecho toda la vida. Se escriben, y se ven, con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos y les escriben un e-mail con sus ideas y vivencias. Por lo general están satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se conforman y procuran cambiarlo. Raramente se deshacen en un llanto sentimental. A diferencia de los jóvenes; los sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona, toma nota, a lo sumo… y a otra cosa.
La gente mayor comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se sienten en retirada. Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo… Ellos, los varones no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, o de los que lucen un traje Armani, ni ellas, las mujeres, sueñan con tener la figura tuneada de una vedette. En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia.
Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE, antes los de esa edad eran viejos y hoy ya no lo son, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas y nostalgias y ellos lo saben. La gente de 60 y 70 de hoy celebra el Sol cada mañana y sonríe para sí misma muy a menudo…hacen planes con su propia vida, no con la de los demás. Quizás por alguna razón secreta que sólo saben y sabrán los del siglo XXI.

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Autor desconocido