Ha subido el euribor, ha explotado la burbuja inmobiliaria y mostrado sus consecuencias, ha subido el combustible y los alimentos.
Crisis, crisis, crisis hasta anunciada por ZP, con bombos y platillos por todos los medios. Informar es lícito y un derecho la libre opinión, pero el exceso como todo es nocivo y genera más reseción por el fantasma que ejerce el miedo.
En antena 3 están transmitiendo un programa llamado «chollo para una crisis».
Especial Chollos para una crisis
Suben los precios, baja el empleo y comienza la recesión. La crisis económica no ha hecho más que empezar y los números rojos se cuelan en los hogares españoles.
Mónica Carrillo presenta este especial producido por Mediapro en el que se aportan numerosas recetas para hacer frente a las vacas flacas.
Los reporteros del programa han recorrido decenas de lugares en todo el país en busca de los mayores chollos. Descubrirán cómo comprar una casa a un precio muy por debajo del que ofrecen las inmobiliarias, cómo amueblar el hogar por poco dinero o de qué manera se pueden conseguir unas vacaciones ‘gratis total’.
A lo largo de este programa especial se darán consejos sobre dónde comprar el coche más barato y, una vez que queramos deshacernos de él, qué novedoso sistema hay que emplear para venderlo al mejor postor. También descubriremos personas que organizan su agenda en función de las fiestas populares con comilonas y degustaciones gratis para ir a todas ellas y comer ‘por la patilla’. Trucos para no gastar en productos de belleza, en ropa o en regalos… Una completa guía para hacer del bajo coste un modo de vida y, en plena época de crisis, saber dónde está el chollo.
Además de mal gusto, me huele a manipulación
Guau!!!! Excelente opinión Sr anónimo. Muchas gracias por tu aporte tan sigificativo en este humilde blog
flor
Especulación y crisis: ya basta
Las finanzas desreguladas destruyen la sociedad […]Paro , precarización, acentuación de las desigualdades: los asalariados y la gente más pobre tienen que cargar con el coste de la especulación o con el perjuicio del crack correpondiente
Especulación y crisis: ya basta
Este artículo lo ha firmado más de 300 personalidades de universidades europeas. Cansados de que después de las crisis mundiales que se han sucedido en los últimos veinte años siempre se tomen medidas para liberalizar el mercado de las finanzas, solicitan la abrogación del artículo 56 del Tratado de Lisboa, que prohíbe cualquier restricción al movimiento de capitales financieros.
Las finanzas desreguladas destruyen la sociedad. Lo hacen silenciosamente y a diario, cuando los accionistas exprimen las empresas, es decir, a los asalariados, para extraer de ellos más y más rentabilidad, tanto en el Norte como en el Sur. Lo hace a bombo y platillo y rompiendo moldes, con las crisis agudas en las que brutalmente se revelan los inverosímiles excesos de la codicia especulativa y su impacto en la actividad y el empleo. Paro, precarización, acentuación de las desigualdades: los asalariados y la gente más pobre tienen que cargar con el coste de la especulación, o con el perjuicio del crack consiguiente.
Desde hace dos décadas, la curva de las finanzas mundiales no es más que una larga serie de crisis: 1987, crack bursátil; 1990, crisis inmobiliaria en Estados Unidos, Europa y Japón; 1994, crack obligatorio norteamericano; 1997 y 1998, crisis financiera internacional; 2000-2002, crack Internet; 2007-2008, ahora, crisis inmobiliaria y, quizá, crisis financiera global.
¿Por qué esa repetición? Porque todas las trabas a la circulación de capitales y a la innovación financiera han sido abolidas. En cuanto a los bancos centrales, que han dejado que se hinchara la burbuja, ya no tienen más alternativa que la de abalanzarse a socorrer a bancos y fondos especulativos que se quedan sin liquidez.
No nos quedaremos de brazos cruzados esperando la próxima crisis financiera, y ya no soportaremos nunca más las extravagantes desigualdades que las finanzas de mercado han hecho prosperar, ni los peligros que ellas nos hacen correr a todos nosotros. La inestabilidad forma parte, intrínsecamente, de la desregulación financiera. Por eso, ¿para qué sirven los irrisorios llamamientos a la “transparencia” o a la “moralización”? ¿Cómo podrían cambiar ni un ápice lo que ocurre y, por lo tanto, impedir que las mismas causas, de nuevo, produzcan los mismos efectos? Poner fin a ello supone intervenir en el corazón mismo del “juego”. Es decir, transformar radicalmente las estructuras. Pero, en el seno de la Unión Europea, cualquier perspectiva de transformación tropieza con la increíble protección que los Tratados decidieron conceder al capital financiero.
Por eso nosotros, ciudadanos europeos, reclamamos la abrogación del artículo 56 del Tratado de Lisboa que, al prohibir cualquier restricción a sus movimientos, ofrece al capital financiero las condiciones para su dominación aplastante de la sociedad. Y reclamamos también que se restrinja la “libertad de establecimiento” (artículo 48), que deja oportunamente al capital la posibilidad de desplazarse allí donde las condiciones le son más favorables, y permitiría así a las instituciones financieras encontrar asilo en la ciudad de Londres o en otros puntos.
Si por “libertad” debe entenderse la que tienen los poderes dominantes, hoy personificados por las finanzas, para someter al resto de la sociedad, digamos inmediatamente que no la queremos. Preferimos otra: la de los pueblos que quieren vivir sin servidumbre a la rentabilidad financiera.
CCS